


Especial
El ruido de las Plantas
La selva que resiste a través de sus guardianes

No podemos proteger lo que no conocemos. Y es que plantas hay muchas, y pareciera que siempre nos van a acompañar, pero ellas también enfrentan amenazas. En Mocoa, Putumayo, en pleno piedemonte andino-amazónico colombiano, tres personas, Jorge Contreras, mestizo y etnobotánico; Soraida Chindoy, sabía indígena Inga; y Manuel Mueces, sabedor del pueblo Pasto, dejan que ellas hagan ruido en un territorio donde la selva ha resistido a la minería, la deforestación y las fumigaciones.
Cada uno tiene plantas que los guían y una forma distinta pero complementaria de guardianarlas. Jorge, entre más de 20 mil ejemplares prensados, conserva la memoria vegetal en un herbario etnobotánico, una biblioteca de plantas secas que recuerdan su nombre, un uso o una cura.
Soraida sigue el llamado del bejuco del alma, el yagé, que le ha pedido traer alegría, alimento y unidad a su comunidad a través de la cocina, con plantas aliadas como por ejemplo, el sirindango, con el que prepara el maito, un plato tradicional. Y Manuel, siguiendo el legado de su abuela, replica los brotes de las plántulas en un jardín botánico en el Centro Experimental Amazónico y en su ejercicio de sabedor tradicional, ellas son sus médicas. Tiene especies exóticas como la flor de muerto o Agetes erecta muy popular en mesoamérica pero incluidas en la cultura ancestral Putumayense para limpiezas energéticas.
Esta es la historia de esas relaciones silenciosas en las que las plantas, aún sin palabras, hacen ruido.

Tejido de historias

Sobre el proceso:
Cuando camino por el Putumayo, un departamento de la Amazonía colombiana, veo más plantas que gente y gente siendo parte del bosque y me preguntó sobre sus historias. Entonces me imagino que los montes, la selva es una gran sociedad de seres diversos y complejos como nosotros. La deforestación, las fumigaciones, la minería y otras violencias sobre estas comunidades vegetales también les afecta, las extingue, les hace difícil prosperar. Me pregunté cómo darles voz.
Aunque las plantas tienen su propio lenguaje, para mí es más fácil escucharlas a través de sus guardianes, que son las personas que las conocen y se han relacionado con ellas. En este territorio no hay mejor conocedores que los pueblos ancestrales y personas que enamorados de este mundo botánico (del reino vegetal) deciden crear un puente para cuidarlas integrando esos saberes tradicionales con la ciencia o el pensamiento occidental.
Yo me fui a buscarlos con la excusa de hacer sus historias, visitar sus territorios, entrar a sus jardines, sus casas, a la cocina, las oficinas y bosques, logrando en este trabajo una muestra muy pequeña, como un retoño, de las labores de tres personas que -particularmente en el Mocoa - hacen ruido por las plantas. Aprendí de Manuel, Soraida y Jorge, la paciencia, amor y compromiso por lo que hacen y al ritmo de las plantas. Aprendí con ellos que las plantas son todo, están en todo: son seres que ordenan, acompañan, sanan, alimentan, aconsejan nuestros caminos de vida y nos regalan sonidos, colores, collares y perfumes. Eso me motiva a continuar narrando historias donde recordemos que todos somos la naturaleza interrelacionándose así misma. Y, ¡No te sorprendas! Creo que al estar detrás de estos relatos también he escuchado el llamado de las plantas y ahora, usted que me está leyendo,se ha involucrado. Estamos aquí por voluntad de ellas y nos juntaron para hacer ruido. Te invito a conocer sus historias y compartirlas con tu ecosistema.
Este especial es gracias a la beca Ruido de la Liga Contra el Silencio.















