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Soy Mujer

Por: Eliana Morales

«No se nace mujer, se llega a serlo».Françoise d'Eaubonne

 

Hace poco me preguntaron ¿en qué momento te reconociste como feminista?, y siento que, desde siempre, desde que tengo memoria, recuerdo momentos de mi infancia que más que imágenes son emociones, en las que para llegar al barrio donde vivía, debía pasar por otro que era mucho más complejo y al ver a mujeres, adolescentes y niñas en condiciones de vulnerabilidad como pobreza extrema, prostitución, consumo de sustancias psicoactivas; me partían el alma, siempre experimenté una digna rabia, fueron tantas las preguntas que no pude responder en edad tan temprana.


He comprendido con los caminos trazados que necesitamos de los otros seres para existir y es así que concibo mi existencia dentro del servicio, en su sentido más noble y profundo; el acompañar, apoyar y darle la palabra a quienes no la tienen, a quienes les han robado el aliento, les han sellado su voz, anulado.

Son tan diversos los tipos de violencias de los que he sido víctima desde mi infancia, y que, por muchos años, me han perseguido, asfixiado, pero el arte ha estado conmigo, y aunque en los momentos de depresión más fuerte (que persisten por dichos sucesos), no pueda ver a quienes me aman incondicionalmente, como hecho milagroso, vuelvo a flote, después de caminar los pasajes más oscuros y desoladores.


El arte ha estado presente desde mi infancia y es gracias a la danza, el teatro, la literatura, el cine, la pintura, la música, que sigo viva. Considero que el arte y la educación, deben ser gratuitas y de acceso a todas las personas, en todas las edades, porque son herramientas indispensables para sobrevivir al día a día, para trascender, irrumpir en estereotipos y paradigmas nocivos que nos siguen limitando y violentando, más cuando eres mujer, incluyendo todas las diversidades y realidades.


La violencia no tiene género, estatus, color, edad, geografía… trasciende todo lo que existe y trastoca la vida de todos los seres, sin distinción alguna. Desde esta realidad me sostengo, observo y en mis mejores días, asumo un ejercicio de nutrir sueños, de transformar realidades, incluso las más complejas, aquellas que ni siquiera me atrevería a imaginar; la vida me ha mostrado que la clave está en tejernos, juntarnos, sentirnos y transformar desde lo colectivo, porque somos muchos seres que anhelamos, soñamos y trabajamos por generar grandes cambios.


En respuesta a dicha pregunta, considero que el feminismo es la herencia de las abuelas, de nuestras ancestras, de las que sacrificaron en la hoguera, de las que torturaron, censuraron y quisieron eliminar; es la fuerza que grita que pensar en un mundo distinto es posible, donde vivir, sentir, actuar y tener voz, es posible.


Dentro de todas las líneas y matices que albergan y soportan el gran feminismo está el ecofeminismo y es en el que más me encuentro, contemplar la existencia de nuestra especie sin un ser supremo como es la madre tierra no tiene sentido para mí, es ella de dónde venimos y vamos a regresar, somos un gran tejido, cada partícula, célula, átomo le pertenece y nuestro cuerpo y existencia también; dependemos de ella, por tanto, debemos salvaguardarla, a ella y a todas las formas de vida.


He tenido la fortuna, dentro de los caminos que he transitado, de encontrar causas justas, dignas rabias, procesos resignificadores, que me permiten seguir sanando, aprehendiendo, deconstruyendo. Han contribuido a mi proceso de iluminar mis sombras, de volver a sentir, de dar significado a mi existencia, pero cada proceso también ha representado un observar y conectar con el dolor de las otras, los otros y en ellos están también tantas formas en las que me encuentro y sano.


Ser mujer en esta experiencia de vida, ha resultado para mí, un tanto complejo, cuando desde la infancia te enseñan a esconder tu cuerpo, a cuidarte de los hombres que “por instinto dañan” y no a enseñar a los niños que serán hombres, que no deben dañar.

Recuerdo cuando culminando secundaria, le dije a mi padre que quería estudiar en la universidad, él teniendo recursos suficientes para apoyarme, dio como respuesta: “si no le di universidad a sus hermanos, a usted menos”, le recuerdo con un gesto dominante y despectivo, sumado a estas palabras y su gesto violento, más que desanimarme, me retaron, y ahora me encuentro finalizando mi segunda maestría, pagada con mis propios esfuerzos. Pero más allá de sentir orgullo de lograrlo por mi propia cuenta, pienso en las otras, las niñas, adolescentes y mujeres, que, pese a que se esfuerzan y trabajan también muy duro, no han podido iniciar, continuar o culminar sus estudios y cómo esto perpetúa tantas realidades adversas.


Las luchas que lideramos desde cada sector y parte del mundo, son válidas y contribuyen a que se logren transformaciones de pensamientos y con esto prácticas que resignifican procesos culturales, políticos, sociales, ambientales, en suma, decosntruir las formas de vivir, ser, estar e incidir en nuestros cuerpos y todo lo que existe fuera de ellos.


Soy mujer, mujer diversa, feminista, artista, gestora cultural, animalista, ecofeminista, diversa, decolonialista, investigadora, humanista, pedagoga, y mucho más,

Reconozco en mis venas a mis abuelas africanas, europeas y del Abya Yala, les agradezco a ellas y todas las mujeres que abrieron caminos, también a muchos compañeros que se unieron a cada una de esas causas, porque es en la suma de las fuerzas que podremos transformar.


Sobre la autora:


Eliana Morales Castillo

Seudónimo: Ela Mora



Nací en Sevilla Valle del Cauca, capital cafetera de Colombia, hija de campesinos, heredera de sangre africana, nativa y europea; docente de profesión, investigadora por elección, magíster por decisión y artivista por salvación. Hija adoptiva del Putumayo, territorio sagrado al que arribé buscando sanación y logré conectar con mis ancestras(os) y capacidad de servicio.







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